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El Lenguaje del Ausente - José Cukier • 18 obras de arte
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El lenguaje del ausente “Oh palabra, tú palabra, que me faltas” Moisés y Aarón de Arnold Shoenberg José [...]
El lenguaje del ausente
“Oh palabra, tú palabra, que me faltas”
Moisés y Aarón de Arnold Shoenberg
José Cukier es un artista multifacético; desde su doble condición de artista y médico psicoanalista aborda el lenguaje plástico con insolencia y originalidad. Al mismo tiempo que ejerció la profesión durante más de cuarenta años, se abocó a la tarea de hallar su propia identidad como artista. El encuentro entre la labor médica y el arte sucedió al permitir que la intuición provocara una vertiginosa compresión de lo que acontecía. Así capturó la percepción que conduce la mano del artista o la palabra hacia sitios insospechados, abiertos a la forma y al inconsciente. Esta suerte de revelación, modeló su condición de analista en un ámbito de pensamiento donde la palabra y la escucha fueron siempre los elementos clave para la libre asociación. Si bien la palabra ha sido siempre el lei motiv de la profesión de analista, ésta lo guió hacia lo artístico, comenzando a trabajar sobre el plano a partir de la frase de Sigmund Freud: la escritura es el lenguaje del ausente, publicada en 1930 en el libro “El malestar en la cultura”. Desde este lugar, nuestro artista en su inagotable tarea de resignificar lo indescifrable, entrecruzó los escritos con la memoria para intentar revelar aquello que no fue dicho. Letras en iddish, fotografías de quienes no están, recuerdos del abuelo, evocación de los muertos, marcan una etapa de pinturas negras y color de fuerte contenido matérico. La obra se convirtió en el testimonio de un tiempo familiar lleno de vacíos, de imágenes que surgían ante el acuerdo tácito de no mencionar el exterminio en la shoah. La memoria exorcizó la muerte impidiendo el olvido. Este viaje en el tiempo también lo llevó a la ESMA para imaginar el lenguaje de los desaparecidos emitiendo interjecciones que podrían remitir a una onomatopeya de situaciones coloquiales. La imposición de hacer silencio, el “ssshhhhh…” denota de manera plástica, la represión de la palabra. Se vale del arte como disparador de evocaciones. La obra se extiende ante los ojos como un documento que evidencia la presencia del lenguaje de los ausentes.
Contemplar los trabajos de José Cukier conduce a la libertad, invita a dejar de lado los pre-juicios sobre belleza, intensidad y sentido establecidos en el Arte, para ampliarlo desde una nueva sensibilidad que se instale en nuestro interior. Cukier estimula al contemplador a salir de lo conocido, para buscar con la mirada interpretaciones creativas. Aquellas imágenes que una y otra vez acosan tanto en la vigilia como en el sueño y a las que por su esencia es difícil encontrarles palabras, el artista logra pintarlas... Cukier es un salvaje culto. Fue culto mientras perteneció a la Asociación Psicoanalítica, ahora es un artista al que el arte lo salva. Cukier reniega de permanecer en un estilo en el que quede encasillado, el carácter propio y personal de sus obras surge en el desorden creativo. La velocidad del pensamiento conduce a la vorágine en la acción que sólo se detiene con la obra terminada. Crea sin miedos, es un explorador en territorios vírgenes; si no se apasiona con lo que descubre, cubre nuevamente con pintura lo realizado y emprende un nuevo viaje. No trabaja con los colores puros extraídos de los envases comerciales, más bien es un alquimista que prepara sus propias pociones mezclando pinturas y tinturas, buscando texturas, quemando materiales, cambiando de soporte, pasando de la tela a la madera, buscando desesperadamente una imagen que revele el sentido. Todo lo que se le ocurre lo agrega sin pensar en la meta; como en la interpretación psicoanalítica: todo sirve...
“Caballo” por ejemplo, es una obra enigmática que nació en un determinado tiempo histórico, la caída de la convertibilidad en Argentina. Un volquete con desperdicios cubiertos de alquitrán fue el disparador de una imagen apocalíptica que representaba la fusión, la tensión y el aniquilamiento de lo que era en ese momento vivir en Buenos Aires. Así surgió una obra que de aludir a un ángel exterminador de la economía, el arte la redimió como a Pegaso, convirtiéndola en una fuente de inspiración poética.
José Cukier llena de imágenes la fuerza del Génesis cuando se habla de la Creación como aquel primer acto lingüístico donde el lenguaje del ausente, se manifestó en la expresión “en el principio fue el Verbo”.
Julio Sapollnik - Crítico de Arte
José Cukier, el lenguaje del ausente y los gritos del silencio
Artista plástico y médico psicoanalista, José Cukier siempre ha compaginado ambas profesiones, siendo un creador específico, instalado en la mente y la memoria, en el subconsciente y la dinámica de lo que ocurrió o va a suceder.
La actual exposición titulada El lenguaje del ausente es fiel reflejo de su predisposición a investigar y plasmar aquello que no se ve de forma directa pero que es.
El lenguaje del ausente es una serie pictórica que está basada en personas, gentes que no están entre nosotros y que han sufrido persecución, tortura, represalias políticas, en definitiva, de aquellos privados de libertad en todos sus ámbitos.
Sus obras nos hablan con belleza del alma dolorida, privada de ingredientes y alicientes positivos, pero, que, sin embargo, está ahí. Capta los gritos del silencio, la fuerza de la energía contenida en aquellos que sufren, que les cierran el camino de la auténtica evolución.
Plasma con letras, signos, iconos, con una notable ironía escondida en los pliegues expresivos del color y, también, en los títulos de algunas de sus obras, para poner los puntos sobre las íes desde el punto de vista de una realidad que puede llegar a ser más terrible de lo que nos podemos imaginar.
Sus obras son intensas, de colores contrastados, incendiarios o bien sutiles, pero tristes y melancólicos. También hay ciertas alusiones a lenguajes vanos, a frases ambiguas, a creencias en las que se puede o no creer pero que las plasma en una interrogación.
Exhibe las expresiones de una realidad inquietante, procedente de los desesperados que no están, pero son, cuyas voces resuenan en el desierto, no pertenecen a una nacionalidad concreta, sino que son partes del todo que es el mundo que nos ha tocado vivir.
Su pintura actual es expresiva, planteada dentro de una dinámica abstracta, donde la no forma predomina, pero, dentro de parámetros en los que el creador argentino plasma su intención directa con respecto a aspectos de una árida realidad a la que alude mediante signos, letras, evidencias, insinuaciones e iconos.
Conecta con el sufrimiento, con el no vivir al que sometieron a quienes no están o no estuvieron entre nosotros durante largas temporadas.
Es un creador que conecta con el alma humana, con la faceta del dolor y de la evidencia de lo melancólico, mostrándonos el sufrimiento, el desgarro, la no vida, la desesperación última, la gota de vida postrera de manera bella, es decir pictóricamente estudiada, con todos los matices, con carácter, con la fuerza de quien necesita ser el nexo de unión que comunique ambos extremos del laberinto.
No todo lo que existe está reglamentado, hay muchas energías que se encuentran al margen de lo tradicional normal. Las energías de quienes no están o estuvieron, pero que existen o existieron, siendo personas, muriendo o viviendo como seres humanos. Todo ello expresado con la intensidad de quien se nutre de lo real, positivo o negativo, o bien de ambos, porque los polos opuestos conforman la propia vida. La chispa de la energía es fruto del choque de vivencias e intereses.
José Cukier capta la parte álmica de quienes están ausentes pero son, en línea con la ascensión energética, con la facultad de ser represaliados, pero que, al mismo tiempo, se encuentran posicionados en la dinámica de la lucha vital.
La existencia somos todos, nosotros, vosotros, aquellos, los presentes y los ausentes, cuyos gritos del silencio configuran el lenguaje del ausente que ha plasmado José Cukier en su obra pictórica más reciente.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)
“Oh palabra, tú palabra, que me faltas”
Moisés y Aarón de Arnold Shoenberg
José Cukier es un artista multifacético; desde su doble condición de artista y médico psicoanalista aborda el lenguaje plástico con insolencia y originalidad. Al mismo tiempo que ejerció la profesión durante más de cuarenta años, se abocó a la tarea de hallar su propia identidad como artista. El encuentro entre la labor médica y el arte sucedió al permitir que la intuición provocara una vertiginosa compresión de lo que acontecía. Así capturó la percepción que conduce la mano del artista o la palabra hacia sitios insospechados, abiertos a la forma y al inconsciente. Esta suerte de revelación, modeló su condición de analista en un ámbito de pensamiento donde la palabra y la escucha fueron siempre los elementos clave para la libre asociación. Si bien la palabra ha sido siempre el lei motiv de la profesión de analista, ésta lo guió hacia lo artístico, comenzando a trabajar sobre el plano a partir de la frase de Sigmund Freud: la escritura es el lenguaje del ausente, publicada en 1930 en el libro “El malestar en la cultura”. Desde este lugar, nuestro artista en su inagotable tarea de resignificar lo indescifrable, entrecruzó los escritos con la memoria para intentar revelar aquello que no fue dicho. Letras en iddish, fotografías de quienes no están, recuerdos del abuelo, evocación de los muertos, marcan una etapa de pinturas negras y color de fuerte contenido matérico. La obra se convirtió en el testimonio de un tiempo familiar lleno de vacíos, de imágenes que surgían ante el acuerdo tácito de no mencionar el exterminio en la shoah. La memoria exorcizó la muerte impidiendo el olvido. Este viaje en el tiempo también lo llevó a la ESMA para imaginar el lenguaje de los desaparecidos emitiendo interjecciones que podrían remitir a una onomatopeya de situaciones coloquiales. La imposición de hacer silencio, el “ssshhhhh…” denota de manera plástica, la represión de la palabra. Se vale del arte como disparador de evocaciones. La obra se extiende ante los ojos como un documento que evidencia la presencia del lenguaje de los ausentes.
Contemplar los trabajos de José Cukier conduce a la libertad, invita a dejar de lado los pre-juicios sobre belleza, intensidad y sentido establecidos en el Arte, para ampliarlo desde una nueva sensibilidad que se instale en nuestro interior. Cukier estimula al contemplador a salir de lo conocido, para buscar con la mirada interpretaciones creativas. Aquellas imágenes que una y otra vez acosan tanto en la vigilia como en el sueño y a las que por su esencia es difícil encontrarles palabras, el artista logra pintarlas... Cukier es un salvaje culto. Fue culto mientras perteneció a la Asociación Psicoanalítica, ahora es un artista al que el arte lo salva. Cukier reniega de permanecer en un estilo en el que quede encasillado, el carácter propio y personal de sus obras surge en el desorden creativo. La velocidad del pensamiento conduce a la vorágine en la acción que sólo se detiene con la obra terminada. Crea sin miedos, es un explorador en territorios vírgenes; si no se apasiona con lo que descubre, cubre nuevamente con pintura lo realizado y emprende un nuevo viaje. No trabaja con los colores puros extraídos de los envases comerciales, más bien es un alquimista que prepara sus propias pociones mezclando pinturas y tinturas, buscando texturas, quemando materiales, cambiando de soporte, pasando de la tela a la madera, buscando desesperadamente una imagen que revele el sentido. Todo lo que se le ocurre lo agrega sin pensar en la meta; como en la interpretación psicoanalítica: todo sirve...
“Caballo” por ejemplo, es una obra enigmática que nació en un determinado tiempo histórico, la caída de la convertibilidad en Argentina. Un volquete con desperdicios cubiertos de alquitrán fue el disparador de una imagen apocalíptica que representaba la fusión, la tensión y el aniquilamiento de lo que era en ese momento vivir en Buenos Aires. Así surgió una obra que de aludir a un ángel exterminador de la economía, el arte la redimió como a Pegaso, convirtiéndola en una fuente de inspiración poética.
José Cukier llena de imágenes la fuerza del Génesis cuando se habla de la Creación como aquel primer acto lingüístico donde el lenguaje del ausente, se manifestó en la expresión “en el principio fue el Verbo”.
Julio Sapollnik - Crítico de Arte
José Cukier, el lenguaje del ausente y los gritos del silencio
Artista plástico y médico psicoanalista, José Cukier siempre ha compaginado ambas profesiones, siendo un creador específico, instalado en la mente y la memoria, en el subconsciente y la dinámica de lo que ocurrió o va a suceder.
La actual exposición titulada El lenguaje del ausente es fiel reflejo de su predisposición a investigar y plasmar aquello que no se ve de forma directa pero que es.
El lenguaje del ausente es una serie pictórica que está basada en personas, gentes que no están entre nosotros y que han sufrido persecución, tortura, represalias políticas, en definitiva, de aquellos privados de libertad en todos sus ámbitos.
Sus obras nos hablan con belleza del alma dolorida, privada de ingredientes y alicientes positivos, pero, que, sin embargo, está ahí. Capta los gritos del silencio, la fuerza de la energía contenida en aquellos que sufren, que les cierran el camino de la auténtica evolución.
Plasma con letras, signos, iconos, con una notable ironía escondida en los pliegues expresivos del color y, también, en los títulos de algunas de sus obras, para poner los puntos sobre las íes desde el punto de vista de una realidad que puede llegar a ser más terrible de lo que nos podemos imaginar.
Sus obras son intensas, de colores contrastados, incendiarios o bien sutiles, pero tristes y melancólicos. También hay ciertas alusiones a lenguajes vanos, a frases ambiguas, a creencias en las que se puede o no creer pero que las plasma en una interrogación.
Exhibe las expresiones de una realidad inquietante, procedente de los desesperados que no están, pero son, cuyas voces resuenan en el desierto, no pertenecen a una nacionalidad concreta, sino que son partes del todo que es el mundo que nos ha tocado vivir.
Su pintura actual es expresiva, planteada dentro de una dinámica abstracta, donde la no forma predomina, pero, dentro de parámetros en los que el creador argentino plasma su intención directa con respecto a aspectos de una árida realidad a la que alude mediante signos, letras, evidencias, insinuaciones e iconos.
Conecta con el sufrimiento, con el no vivir al que sometieron a quienes no están o no estuvieron entre nosotros durante largas temporadas.
Es un creador que conecta con el alma humana, con la faceta del dolor y de la evidencia de lo melancólico, mostrándonos el sufrimiento, el desgarro, la no vida, la desesperación última, la gota de vida postrera de manera bella, es decir pictóricamente estudiada, con todos los matices, con carácter, con la fuerza de quien necesita ser el nexo de unión que comunique ambos extremos del laberinto.
No todo lo que existe está reglamentado, hay muchas energías que se encuentran al margen de lo tradicional normal. Las energías de quienes no están o estuvieron, pero que existen o existieron, siendo personas, muriendo o viviendo como seres humanos. Todo ello expresado con la intensidad de quien se nutre de lo real, positivo o negativo, o bien de ambos, porque los polos opuestos conforman la propia vida. La chispa de la energía es fruto del choque de vivencias e intereses.
José Cukier capta la parte álmica de quienes están ausentes pero son, en línea con la ascensión energética, con la facultad de ser represaliados, pero que, al mismo tiempo, se encuentran posicionados en la dinámica de la lucha vital.
La existencia somos todos, nosotros, vosotros, aquellos, los presentes y los ausentes, cuyos gritos del silencio configuran el lenguaje del ausente que ha plasmado José Cukier en su obra pictórica más reciente.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)
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