Todas las obras de Jorge Kánovas
Laudum • 1 obra de arte
Ver todoDama Roja • 4 obras de arte
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Corría el año de 1474 cuando la peste cayó sobre la ciudad como una sombra maldita. El miedo consumía [...]
Corría el año de 1474 cuando la peste cayó sobre la ciudad como una sombra maldita. El miedo consumía a la población, y muchos huyeron hacia tierras yermas con la esperanza de escapar de la enfermedad. Pero la muerte parecía seguirles los pasos.
Una noche, entre el murmullo de plegarias y sollozos, dos jóvenes llegaron con una urna de madera. En su interior, resguardada como un tesoro sagrado, se encontraba una pequeña talla de una mujer de expresión serena. Los jóvenes depositaron la urna en el suelo y se marcharon.
El aire se tornó denso, y el cielo cubierto de nubes pesadas amenazaba tormenta. Entonces, ocurrió lo imposible. Desde la lejanía del campo, entre tamarix y salicornias, emergió de la urna una silueta envuelta en un manto rojo. Caminaba con calma, su mirada profunda reflejando algo más allá de lo humano.
Los refugiados cayeron de rodillas, incapaces de apartar la vista. La mujer extendió su brazo, y la tela carmesí danzó en el aire como una llamarada viva. El viento arrastró su esencia sobre los enfermos, y el frío de la muerte se disipó.
Cuando el sol despuntó en el horizonte, la peste había desaparecido. Los cuerpos antes débiles y febriles se alzaron con nueva vida. Sin embargo, la dama ya no estaba. Solo su manto rojo, esparcido entre la hierba como un vestigio de su presencia. Desde entonces, cada generación recuerda aquella noche en la que la Dama Roja descendió del misterio para liberar a su pueblo del destino más oscuro.
Una noche, entre el murmullo de plegarias y sollozos, dos jóvenes llegaron con una urna de madera. En su interior, resguardada como un tesoro sagrado, se encontraba una pequeña talla de una mujer de expresión serena. Los jóvenes depositaron la urna en el suelo y se marcharon.
El aire se tornó denso, y el cielo cubierto de nubes pesadas amenazaba tormenta. Entonces, ocurrió lo imposible. Desde la lejanía del campo, entre tamarix y salicornias, emergió de la urna una silueta envuelta en un manto rojo. Caminaba con calma, su mirada profunda reflejando algo más allá de lo humano.
Los refugiados cayeron de rodillas, incapaces de apartar la vista. La mujer extendió su brazo, y la tela carmesí danzó en el aire como una llamarada viva. El viento arrastró su esencia sobre los enfermos, y el frío de la muerte se disipó.
Cuando el sol despuntó en el horizonte, la peste había desaparecido. Los cuerpos antes débiles y febriles se alzaron con nueva vida. Sin embargo, la dama ya no estaba. Solo su manto rojo, esparcido entre la hierba como un vestigio de su presencia. Desde entonces, cada generación recuerda aquella noche en la que la Dama Roja descendió del misterio para liberar a su pueblo del destino más oscuro.
Reina de Invierno • 3 obras de arte
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Con la llegada del solsticio de invierno, el mundo se envuelve en un manto de calma helada, y el aire [...]
Con la llegada del solsticio de invierno, el mundo se envuelve en un manto de calma helada, y el aire se llena de la promesa de renovación. Inspirada por esta transición mágica, Reina del Invierno encarna la esencia de esta estación: un equilibrio entre la serenidad gélida y el brillo festivo que anuncia la Navidad.
Su imagen, adornada con delicadas hojas de oro y plumas cristalinas, refleja la pureza del invierno y la riqueza oculta bajo su superficie. Los tonos plateados y dorados que recorren su piel evocan la luz que se filtra a través del hielo, recordándonos que incluso en la oscuridad más profunda del año, siempre hay destellos de esperanza.
El maquillaje que la define está compuesto por elementos que simbolizan esta época especial: los tonos fríos del invierno, mezclados con el cálido y el blanco, se combinan con destellos dorados, representando la calidez de la Navidad y la promesa de los días más luminosos que están por venir. Las texturas etéreas y las plumas suaves nos invitan a imaginar la delicadeza de los copos de nieve cayendo suavemente, mientras las ramas doradas en su tocado celebran la fuerza de la naturaleza frente al frío.
La Reina del Invierno nos recuerda que esta temporada es un momento para reflexionar, celebrar la luz en medio de la oscuridad, y abrazar la belleza de lo efímero, como el hielo que brilla antes de deshacerse. Es un homenaje a la magia del invierno y al espíritu de la Navidad que llena los corazones, transformando lo frío en algo lleno de vida y significado.
Su imagen, adornada con delicadas hojas de oro y plumas cristalinas, refleja la pureza del invierno y la riqueza oculta bajo su superficie. Los tonos plateados y dorados que recorren su piel evocan la luz que se filtra a través del hielo, recordándonos que incluso en la oscuridad más profunda del año, siempre hay destellos de esperanza.
El maquillaje que la define está compuesto por elementos que simbolizan esta época especial: los tonos fríos del invierno, mezclados con el cálido y el blanco, se combinan con destellos dorados, representando la calidez de la Navidad y la promesa de los días más luminosos que están por venir. Las texturas etéreas y las plumas suaves nos invitan a imaginar la delicadeza de los copos de nieve cayendo suavemente, mientras las ramas doradas en su tocado celebran la fuerza de la naturaleza frente al frío.
La Reina del Invierno nos recuerda que esta temporada es un momento para reflexionar, celebrar la luz en medio de la oscuridad, y abrazar la belleza de lo efímero, como el hielo que brilla antes de deshacerse. Es un homenaje a la magia del invierno y al espíritu de la Navidad que llena los corazones, transformando lo frío en algo lleno de vida y significado.
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