Verano en el lienzo: Los 10 paisajes marinos que no debe perderse

Verano en el lienzo: Los 10 paisajes marinos que no debe perderse

Olimpia Gaia Martinelli | 2 jul 2024 16 minutos de lectura 0 comentarios
 

Nuestra selección de famosos paisajes marinos, realizados por algunos de los maestros más conocidos de todos los tiempos, está precisamente diseñada para verle en una tumbona o frente al ventilador soñando con el sonido del océano...

¡Más refrescante que una rodaja de sandía!

Nuestra selección de famosos paisajes marinos, realizados por algunos de los maestros más conocidos de todos los tiempos, está precisamente diseñada para verle en una tumbona o frente al ventilador soñando con el sonido del océano...

Mientras la luz del verano domina el cielo y las playas se llenan de amantes del sol acurrucados bajo vibrantes sombrillas, ¿qué mejor manera de sumergirse en el encanto del océano que a través de una exploración visual de diez impresionantes pinturas de temática marina? Imagínese esto: está tumbado en la arena, con una jugosa rodaja de sandía en la mano, el sombrero inclinado despreocupadamente, absorto en el crucigrama del día, cuando de repente su mirada se desvía hacia una serie de obras de arte que captan a la perfección la tranquila esencia de su ventoso entorno.

Nuestra selección de renombrados cuadros de paisajes marinos, creados por algunos de los maestros más famosos de todos los tiempos, está diseñada para acompañarle en su tumbona de playa o frente al ventilador, soñando con el sonido del océano. De hecho, se adentra en las aguas profundas e indómitas, con el objetivo de alejarse de los bulliciosos puertos y los rascacielos de las ciudades para celebrar principalmente el sol, la sal, las olas y, de vez en cuando, ¡algunas embarcaciones solitarias o figuras contemplativas perdidas en la danza infinita de las corrientes!

Embarquémonos, pues, en este repaso de las obras de arte que acompañarán nuestras aventuras a lo largo del verano de 2024.

El Mar y los Maestros: Un Top 10 de Pinturas Marinas

Katsushika Hokusai, La gran ola de Kanagawa, 1831. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.

1. Una sandía arrasada por el arte: La gran ola de Kanagawa de Hokusai

Imagínate, una vez más, disfrutando de la citada rodaja de sandía bajo el ardiente sol del verano, cuando de repente, frente a ti, aparece una enorme ola dispuesta a arrastrarte. ¡Probablemente escupirías las semillas por todas partes o la sandía se te caería de la mano! Esta es exactamente la sensación que evoca "La gran ola de Kanagawa", la obra maestra absoluta de Hokusai y una de las obras más icónicas y reconocibles de la historia del arte mundial.

"La gran ola de Kanagawa" es un grabado en madera creado por el artista japonés Hokusai a finales de 1831, durante el período Edo de la historia japonesa. La obra representa tres barcos moviéndose a través de un mar tormentoso, con una gran ola levantándose en el centro de la imagen y el Monte Fuji visible al fondo. El agua salada domina la composición, captando la atención del espectador con su grandeza y los intrincados detalles de la espuma, que parecen garras listas para agarrar a los pescadores.

Esta impresión es la obra más famosa de Hokusai y la primera de su serie "Treinta y seis vistas del monte Fuji", en la que el uso del azul de Prusia revolucionó la impresión en madera japonesa. La composición de "La Gran Ola" es una síntesis de las perspectivas transmitidas por el arte tradicional oriental y la perspectiva gráfica desarrollada en Europa. El resultado es una obra maestra que logró un éxito inmediato en Japón y posteriormente en Occidente, donde el arte de Hokusai inspiró obras de impresionistas y postimpresionistas como Claude Monet y Vincent van Gogh.

Curiosidad: ¿Por qué se conoce a Hokusai como artista de Ukiyo-e? Porque destacó en esta forma de arte japonés que floreció entre los siglos XVII y XIX. Ukiyo-e, que significa "imágenes del mundo flotante", representa escenas de la vida cotidiana, paisajes espectaculares, mujeres hermosas, actores de kabuki y luchadores de sumo. Con su habilidad en la impresión en madera, Hokusai creó obras icónicas como "La gran ola de Kanagawa", que ayudó a definir el estilo Ukiyo-e.

Uehara Konen, Olas, impresión.

2. La sandía es segura: Las olas pacificadas de Uehara Konen

No te preocupes, esta vez tu sandía está a salvo porque la ola que tenemos ante nosotros es mucho más pacífica en comparación con la de Hokusai. Podremos disfrutar del espectáculo sin riesgos, cómodamente sentados en la orilla, dejando que la brisa nos refresque y saboreando la sal que se deposita en nuestro rostro. Ésta es precisamente la sensación que evocan las olas de Uehara Konen, artista japonés nacido en 1877 en Tokio y fallecido en 1940, asociado al movimiento Shin-hanga.

Las obras de Konen, con el uso de tonos de azul y la representación detallada del movimiento ondulatorio, ofrecen una experiencia visual que invita a la contemplación. No hay tensión dramática presente en la obra maestra de Hokusai; en cambio, hay una belleza serena que invita al espectador a relajarse y apreciar el ritmo natural de las olas. Esta diferencia estilística también refleja la evolución del Ukiyo-e hacia el movimiento Shin-hanga, que incorporó influencias occidentales y se centró en una representación más realista y detallada de temas naturales.

Curiosidad sobre el artista: ¿Alguna vez has oído hablar de Uehara Konen? Fue alumno de Kajita Hanko y Matsumoto Fuko, conocido principalmente por sus grabados de paisajes. La mayoría de sus obras fueron publicadas inicialmente por Kobayashi Bunshichi, pero el Gran terremoto de Kantō de 1923 puso fin a esta colaboración. Posteriormente, Shōzaburō Watanabe, un antiguo empleado de Bunshichi, reanudó la colaboración con Uehara: las impresiones estaban destinadas principalmente al mercado extranjero, especialmente americano, a través de Shima Art Company. Las obras de Uehara Konen se conservan en importantes instituciones como el Museo Británico de Londres, el Instituto de Arte de Chicago, la Biblioteca del Congreso de Washington y el Museo de Bellas Artes de Boston.

 Gustave Courbet, La ola, 1869-1870.

3. Cuando las olas europeas se ponen serias: el mar de Courbet

Después de admirar las imponentes y casi míticas olas japonesas, demos un salto a la vieja Europa para ver cómo nuestro "amigo" Gustave Courbet aborda el mismo tema. Claro, las olas europeas pueden parecer un poco más pequeñas y menos amenazantes en comparación con sus contrapartes orientales, pero no te dejes engañar: el maestro francés sabe cómo pintar un mar que te hace sentir igualmente pequeño y vulnerable.

De hecho, la obra maestra titulada "La Ola" captura el poder puro del mar bajo un cielo amenazador. Las olas, cargadas de espuma blanca, chocan en un torbellino de energía que ocupa gran parte del lienzo. La elección de colores oscuros y la representación detallada de los movimientos de las olas dan testimonio del enfoque realista de Courbet, que prefiere representar la naturaleza en su forma más auténtica y cruda. El cielo, cargado de densas nubes, añade una capa extra de dramatismo a la escena, casi sugiriendo una tormenta inminente.

Courbet, conocido como uno de los principales exponentes del realismo, se distinguió por su compromiso de pintar la vida cotidiana y la naturaleza sin idealizaciones. Sus obras, a menudo caracterizadas por pinceladas atrevidas y una paleta de colores terrosos, pretendían representar la realidad de una manera auténtica y tangible. En "La Ola" podemos ver claramente este enfoque: la textura de las olas está representada con gran maestría, casi palpable, y todo el cuadro parece vibrar con la energía del mar.

Curiosidad: El mar fue un tema recurrente para Courbet, especialmente en su producción artística posterior. Fascinado por la fuerza y la belleza natural del océano, Courbet creó numerosos paisajes marinos, cada uno de los cuales captura un estado de ánimo y una condición atmosférica diferente. El mar, con su imprevisibilidad y poder, ofreció al pintor un terreno perfecto para explorar su interés por la naturaleza y el realismo.

Paul Gauguin, La ola, 1888. Colección privada.

4. Una ola de diferencias: Courbet y Gauguin comparados

Todavía estás observando las ya mencionadas ondas realistas y dramáticas de Gustave Courbet cuando, de repente, tu mirada se desplaza hacia la obra de Paul Gauguin, "La Ola" (1888), transportándote a una interpretación completamente diferente del tema. Aquí, los movimientos del mar no son sólo elementos naturales sino actores de una escena vibrante y "de ensueño". Desde el mirador elevado se pueden imaginar fácilmente algunas figuras sacudidas por las olas, buscando refugio en la playa roja.

De hecho, las peculiaridades del mar de Gauguin nos transportan a un sueño colorido donde el movimiento y el dinamismo van más allá del antiguo realismo de Courbet. En "La Ola" (1888), todo parece cobrar vida ante nuestros ojos, atrayéndonos irresistiblemente a la contemplación de los fuertes contrastes tonales. Los colores vivos y las pinceladas fluidas dan vida a un mar que parece bailar, mientras que la playa roja añade un elemento fantástico a la escena, haciendo que la obra sea aún más característica del estilo de Gauguin.

Curiosidad: Gauguin era conocido por su capacidad para infundir a sus obras una cualidad casi mágica. A diferencia de Courbet, a menudo exploró el simbolismo y el primitivismo, con el objetivo de capturar no sólo la apariencia de la naturaleza sino también su espíritu y esencia. Este enfoque es evidente en "La Ola", donde la naturaleza se representa de una manera casi mítica, con colores y formas que trascienden la realidad.

Caspar David Friedrich, Monje junto al mar, 1809-10. Óleo sobre lienzo. Alta Galería Nacional, Berlín

5. El monje que susurraba al mar: meditaciones saladas

Ahora se encuentra en una playa desolada, lejos de las típicas costas soleadas y concurridas del sur de Europa. El cielo es gris y amenazador, el aire es frío y el mar se extiende infinitamente ante ti. Esta es la atmósfera que evoca "El monje junto al mar" de Caspar David Friedrich, obra maestra del romanticismo alemán creada entre 1809 y 1810. Precisamente, en este cuadro, Friedrich nos transporta a un paisaje que habla de la soledad, la reflexión y la inmensa poder de la naturaleza.

La obra también representa una figura solitaria, probablemente un monje, de pie frente a la inmensidad del mar y el cielo. El tema es pequeño y casi insignificante en comparación con el paisaje circundante, un elemento que enfatiza la sensación de aislamiento e introspección. El cielo, con sus densas y oscuras nubes, ocupa gran parte del lienzo, creando una atmósfera sombría y meditativa.

¿Cómo podemos explicar este paisaje con una figura? Caspar David Friedrich es uno de los principales exponentes del romanticismo alemán, un movimiento artístico que enfatizaba la emoción, la naturaleza y lo sublime. En sus pinturas, Friedrich explora a menudo la relación entre el hombre y la naturaleza, utilizando paisajes vastos y a menudo amenazantes para reflexionar sobre los estados mentales humanos. En "El monje junto al mar", esta relación es claramente visible: la figura humana es pequeña y frágil ante la majestuosidad y el poder de la naturaleza. De hecho, las obras del maestro suelen transmitir una sensación de reverencia y asombro hacia el mundo natural, un lugar de belleza y misterio, pero también de peligro e infinito.

Se hace evidente cómo la obra maestra de 1809-10 nos empuja a reflexionar sobre nuestra pequeñez y fragilidad frente a la inmensidad de la creación. Uno puede imaginar al monje, mirando el mar infinito, pensando para sí mismo: "Ese trozo de sandía que cayó mientras contemplaba Hokusai parece tan insignificante ahora, comparado con la inmensidad de la naturaleza". Bromas aparte, es a través del contacto con el mundo que se puede comprender mejor su esencia, sus límites y sus preocupaciones cotidianas.

El mar cerca de Brighton, John Constable, 1826

6. Brighton y sus pájaros: un día típico pintado por Constable

Una vez más nos encontramos ante un cielo nublado, aunque menos ominoso y pesado que el que se observa en la obra de Caspar David Friedrich. En este cuadro de John Constable, titulado "El mar cerca de Brighton", podemos observar una escena donde los pájaros vuelan bajo. Tal vez sientan que se acerca una tormenta, o tal vez simplemente estén buscando comida. ¿Por qué presto atención a su comportamiento? Representan efectivamente el tema dinámico de una composición estática, dominada por la línea del horizonte que divide claramente el cielo y el mar, atravesado por suaves olas.

Constable, un maestro de la pintura de paisajes románticos, representó Brighton en numerosas obras, demostrando una fuerte conexión con este lugar. La ciudad inglesa no era para él sólo un destino turístico sino una fuente inagotable de inspiración artística. Sus playas, cielos vastos y mar en constante cambio le ofrecieron a Constable la oportunidad de explorar su pasión por las variaciones atmosféricas y la luz.

En "El mar cerca de Brighton", Constable captura la esencia de un momento tranquilo y contemplativo, lejos del ajetreo y el bullicio de la vida cotidiana. El cielo nublado, con sus matices grises y azules, crea una atmósfera tranquila pero sugerente. La elección de los colores y la delicadeza de las pinceladas transmiten sensación de serenidad y reflexión.

La composición general es un ejemplo perfecto del estilo de John Constable y su enfoque de la pintura de paisajes. Su capacidad para combinar realismo y romanticismo, junto con su atención a los detalles atmosféricos, hace que sus obras sean fascinantes y profundamente evocadoras.

Curiosidad: John Constable es a menudo recordado como uno de los pioneros que sentó las bases del Impresionismo, un movimiento artístico que explotaría unas décadas después de su época. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, el pintor prefirió pintar al aire libre, directamente de la naturaleza, captando la esencia y la luz del momento. Esta práctica, conocida como "en plein air", fue innovadora y radical para su época, anticipando las técnicas que serían ampliamente adoptadas por los impresionistas.

Olas rompiendo contra el viento, Joseph Mallord William Turner, c.1840. Óleo sobre lienzo. Galería Nacional, Londres.

7. Turner y la tormenta: cuando la luz desafía las olas

Nos volvemos a sumergir en el mar tempestuoso, y esta vez la energía amenazadora de las olas supera a la de las obras de Courbet o Gauguin. Al fin y al cabo, estamos hablando de una obra de Joseph Mallord William Turner, el maestro indiscutible en captar la esencia de los movimientos del agua y el complejo juego de luces que los acompaña. La obra en cuestión, "Olas rompiendo contra el viento", realizada hacia 1840, es un óleo sobre lienzo que hoy podemos admirar en la National Gallery de Londres.

En "Olas rompiendo contra el viento", Turner representa los movimientos del mar "enojado" con pinceladas vigorosas y turbulentas, creando una escena donde las olas chocan contra el viento con una fuerza casi palpable. El hábil uso de los colores, desde los tonos oscuros y tormentosos del mar hasta los reflejos de luz que penetran a través de las nubes cargadas de lluvia, confiere a la obra una atmósfera dramática y poderosa. Es como si pudiéramos escuchar el rugido de las olas y el silbido del viento, mientras el mar y el cielo se funden en un vórtice de energía primordial.

Un detalle fascinante de esta pintura es el contraste cromático entre los lados izquierdo y derecho del lienzo. En el lado izquierdo, Turner utiliza tonos oscuros y profundos, representando la parte más tormentosa y amenazante de la escena. Aquí las olas están envueltas en sombras, lo que transmite una sensación de peligro inminente y la fuerza brutal de la naturaleza. En cambio, el lado derecho del cuadro se caracteriza por tonos más claros y cálidos, donde la luz del sol logra atravesar las nubes de tormenta, creando un efecto de esperanza y tranquilidad que surge del caos.

Curiosidad: Turner, al igual que el citado Constable, es considerado un precursor del Impresionismo. A Turner se le conoce a menudo como "el pintor de la luz" por su uso revolucionario del color y la luz en sus pinturas. Le fascinaban los efectos de la luz natural y dedicó gran parte de su carrera a estudiarlos y representarlos.

Casas junto al mar, Edgar Degas, 1869. Pastel. Museo de Orsay, París. Crédito de la foto: musée d'Orsay / rmn via Wikipedia .

8. Degas cambia bailarinas por la playa: una inmersión en el arte

Volvemos a un ambiente más relajado y vacacional, donde por fin podemos imaginarnos tumbados en la playa, con la arena mojada pegada al cuerpo. Una escena que evoca tranquilidad y ganas de sacudirnos esos molestos granos, que parecen aferrarse a nosotros como admiradores demasiado entusiastas.

En cuanto a "Casas junto al mar", la obra es un pastel del pintor francés Edgar Degas, creado en 1869 y conservado en el Museo de Orsay de París. Esta obra maestra nos transporta a la costa de Étretat (Normandía, Francia), un pueblo famoso por sus impresionantes paisajes, donde Degas se alojó para visitar a su amigo Manet.

La pintura representa una serena escena costera. En primer plano, una vasta extensión de arena dorada se ve interrumpida por un charco de agua que refleja el cielo despejado. Al fondo, las colinas verdes se mezclan con el cielo azul y se pueden ver algunas casas a lo largo de la costa, creando una sensación de serenidad y aislamiento. El uso del pastel por parte de Degas le da a la obra una textura suave y mezclada, capturando perfectamente la luz y la atmósfera del lugar.

¿Pero dónde están las bailarinas en todo esto? A pesar de su famosa preferencia por los jinetes y las bailarinas, Degas incursionó con entusiasmo en la pintura de paisajes, logrando resultados de gran encanto. "Houses by the Sea" es un testimonio de esta versatilidad. Su representación del paisaje de Étretat, utilizando una técnica influenciada por Jean-Auguste-Dominique Ingres, muestra una dimensión diferente de su arte.

Vincent van Gogh, El mar en Les Saintes Maries, 1888. Museo Van Gogh, Ámsterdam.

9. El Mediterráneo de Van Gogh: colores y tranquilidad sobre lienzo

Cuando observamos este cuadro, nos vienen a la mente las gaviotas de Constable por la elegancia con la que los barcos parecen casi planear sobre las aguas. Sin embargo, el autor de la obra es Vincent van Gogh, más conocido por sus retratos, naturalezas muertas y paisajes, en lugar de por sus marinas.

En 1888, Vincent van Gogh se trasladó a Arles, donde también visitó el pueblo de Saintes-Maries-de-la-Mer, un pueblo de pescadores situado entre los pantanos de la Camarga, no lejos de la desembocadura del Ródano. Durante esta estancia, el artista realizó varios paisajes, incluyendo marinas y una vista del pueblo, además de varios dibujos. El cuadro en cuestión es una de las obras que Van Gogh realizó en Provenza, representando una de las pocas vistas de mar producidas durante su estancia en la localidad.

Van Gogh trató de captar los cambios de color en la superficie del agua "ensuciando" el mar con pinceladas de varios tonos, como el verde y el amarillo, que se superponen al "azul ultramar" dominante en el Mediterráneo, debido también al reflejo del cielo claro.

La obra no solo captura la esencia del Mediterráneo con sus colores cambiantes, sino que también representa un momento de tranquilidad y belleza natural que Van Gogh logró inmortalizar con su inconfundible técnica pictórica. De hecho, la obra maestra fue seguramente ejecutada (al menos en parte) directamente en la playa, ya que se encontraron granos de arena entre los pigmentos.

Curiosidad: En una carta dirigida a su hermano Theo, Vincent escribió: "Te escribo desde Saintes-Maries-de-la-Mer en el mar Mediterráneo, que tiene los colores de una caballa - en otras palabras, son colores cambiantes - es decir, no siempre se sabe si es verde o púrpura - ni siquiera siempre se sabe si es azul - porque un segundo después los reflejos le han dado tonos rosados o grises. [...] La playa aquí es arenosa, no hay acantilados o rocas como en Holanda, no hay dunas y hay más azul. [...]".

Edward Hopper, La pierna larga, 1935.

10. Luz y soledad en el mar: una inmersión profunda en Hopper

Hemos llegado a la última pieza de nuestra selección de diez paisajes marinos y la tormenta es ahora un recuerdo lejano. El barco que admiramos en el cuadro, con las velas desplegadas, parece ahora destinado únicamente a disfrutar del placer de un mar en calma y serenidad, navegando por él en tranquila armonía. El verano vuelve a brillar, inmerso en un ambiente vacacional y relajante, ofreciendo sus placeres bajo un cielo despejado y luminoso. Esta sensación de paz y serenidad está magníficamente capturada por Edward Hopper en su pintura "La pierna larga", un testimonio visual de la belleza y tranquilidad que la naturaleza puede ofrecer.

La obra representa una escena marina idílica, con una costa arenosa de fondo, suavizada por la presencia de dunas que albergan un faro blanco con techo oscuro, flanqueado por edificios blancos más bajos. El conjunto crea una composición serena y luminosa, con un horizonte que se extiende casi al infinito, evocando una sensación de tranquilidad y aislamiento. De hecho, la presencia humana, que sólo se sugiere y no se representa explícitamente, enfatiza tanto la interacción entre el hombre y la naturaleza como un profundo sentido de soledad.

Curiosidad: La soledad es un tema recurrente en las obras de Hopper, tal vez reflejando su propia personalidad introvertida. De hecho, pasó mucho tiempo solo en su estudio, trabajando meticulosamente en cada detalle de sus lienzos.

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