Añadido el 23 may 2023
GUSTAVO TATIS GUERRA
24 de enero de 2015 12:00 AM
El pintor y escultor Jaime Carrasquilla es como un gaviero, que divisa a bordo de su barco los horizontes por venir. Descubrió que pintar es una forma suprema del juego. Y que en lo espontáneo hay señales profundas de la intuición de la belleza. Los barcos que pinta los define como “metáforas del tiempo”. Navegan en secreto luego de cumplir su errancia por los mares, y cuando se detienen, algo de su dignidad aflora en ellos.
Entrar a los barcos era como sumergirse en el tiempo. El mar pasa por su memoria y sus pies se deslizan por el puerto, en aquellos días de su infancia cuando su padre Víctor Carrasquilla era el administrador de aduanas. La casa de madera estaba rodeada de muchos árboles. El niño se preguntaba adónde irían esos barcos que surcaban el día y la noche.
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Jaime Carrasquilla (Cartagena, 1945) presenta mañana domingo a las 5 de la tarde una serie de once óleos que ha titulado Rutas del tiempo, en una vieja y bella casa colonial que está en el Portal de los Escribanos en la nomenclatura 3-106. La entrada es libre. La sola casa en donde se exhiben las obras yua es otra atmósfera que se confabula con la belleza de la spinturas de Carrasquilla. La antigua mesa donde alguna vez estuvieron los comensales de un atardecer espléndido, las lámparas que iluminan los aposentos, la ventana que derrama su luz interior y acoge el temblor de las palmeras.
La presentación de esta exposición está a cargo de ArtCartagena, que lidera la galerista y gestora cultural Norma Uparela. Todas estas pinturas fueron elaboradas a lo largo de 2014 por el artista cartagenero. Son obras en gran formato, impecables, de una sutil y lograda textura y un manejo acertado del color y de la atmósfera, que logran destellos de luz y memoria sobre la piel envejecida de los barcos. Las tonalidades buscan ahondar en el misterio del tiempo y la vida cifrada en esos barcos que alguna vez cruzaron las aguas del Caribe o el Mediterráneo. El óxido es apenas una señal pero la vida sigue latiendo más allá de haber cumplido su peregrinaje.
Hay algo dramático y misterioso en la piel de estos barcos, algunos aniquilados por el tiempo. El artista logra obras al óleo de gran impacto visual y emocional como Proa (2014), de 148 x180 cms; Proa con ancla (2014), 130 x 140 cms; Borda (2014) 50x 40 cms; Por la babor (2014) 50x 40 cms; Estribor (2014) de 130x 150cms.
“No hay algo más conmovedor en este mundo que un barco viejo y oxidado”, me dice Jaime viendo sus propios barcos.
“Cuando yo empiezo a pintar no racionalizo ni busco justificaciones. Solo y de manera espontánea me entrego a pintar. Y eso es un tremendo juego en el que uno apuesta todos sus sentidos y emociones. La aparente paz de los barcos viejos y clausurados tiene una intensidad dramática”.
Pero ahora frente a su pintura Carguero (2014) de 70 x 150 cms, el artista dice que en los fragmentos de un barco hay un retrato de la historia navegada. A veces pinta el barco como si acabara de estrenar el puerto y lo va envejeciendo y desapareciendo por fragmentos de óxido. En la ruina de un barco puede dormir la memoria de un antiguo esplendor. Pero lo que le conmueve al artista no es la ruina misma sino la dignidad del barco que en su destrucción conserva algo de su espíritu.
“Lo asumo no con mirada deprimida, sino con la aceptación espiritual de lo que debe preservarse ante el paso del tiempo: la dignidad. No hay que olvidar que estos barcos fueron hechos por seres humanos y que a bordo de ellos la vida lució sus mejores noches y días, cruzó mares de tormenta y mares de serenidad. La piel del barco es la piel del tiempo. Una metáfora de la vida”.
Jaime Carrasquilla que ha emprendido tantas batallas en la vida y en el arte, ha librado esta vez una hazaña ejemplarizante con su sensibilidad y su imaginación. Al ver estos barcos yo siento que surco mares en las cuatro estaciones. La sal del mar oxida la piel de los barcos y quema la luz de los recuerdos.
¡Qué bello trabajo el de Jaime Carrasquilla!