Los cuatro elementos en el arte: tierra, aire, fuego y agua como fuentes de inspiración

Los cuatro elementos en el arte: tierra, aire, fuego y agua como fuentes de inspiración

Olimpia Gaia Martinelli | 18 mar 2025 10 minutos de lectura 0 comentarios
 

El arte siempre ha encontrado en la naturaleza una de sus mayores fuentes de inspiración, y los cuatro elementos –Tierra, Aire, Fuego y Agua– han sido representados a lo largo de los siglos con profundos significados simbólicos y expresivos...

Rosalba Carriera, Aria, 1741-43. Galería Corsini, Roma.

La alegoría de los cuatro elementos de Rosalba Carriera

En pleno siglo XVIII, época en la que la gracia y el simbolismo se entremezclan en el arte, Rosalba Carriera emerge como una de las pintoras más celebradas y solicitadas de Europa. Nacida y criada en Venecia, cautiva a las cortes y salones aristocráticos con su extraordinario dominio del pastel, una técnica que, en sus manos, adquiere una suavidad y luminosidad casi etéreas. Con trazos delicados pero precisos, Carriera consigue imbuir los rostros de sus personajes de una inmediatez expresiva y una profundidad psicológica poco comunes en la época.

Entre 1741 y 1743, realizó una de sus obras más fascinantes para Giovan Francesco Stoppani, nuncio apostólico en el Senado de Venecia: la serie alegórica dedicada a los cuatro elementos. En una época en la que las personificaciones simbólicas, desde los continentes hasta las estaciones, eran un lenguaje artístico muy utilizado, la pintora veneciana dio vida a una representación intensa y refinada del Aire, el Agua, la Tierra y el Fuego, otorgando a cada figura un carácter distintivo y una identidad vibrante.

Los cuatro elementos emergen de forma destacada en primer plano, representados con un estilo retratístico que los hace parecer casi vivos, mientras que sus atributos iconográficos identificativos están elegantemente colocados en los bordes de la composición. El Aire se envuelve en un manto azul profundo, con un trozo de tela sutilmente revelado, mientras que un pequeño pájaro atado a un hilo refuerza su conexión con lo invisible y lo efímero. El Agua, contemplativa e introspectiva, mira a los peces que cuelgan de un sedal, evocando el flujo perpetuo y la mutabilidad de este elemento vital. La Tierra aparece sólida y abundante, adornada con una guirnalda de flores en el cabello y sosteniendo un racimo de uvas en sus manos, simbolizando la fertilidad y la naturaleza cíclica de las estaciones. El Fuego, finalmente, destaca por su energía vibrante: su cabello llameante, la prenda rosa brillante y el pequeño brasero que sostiene orgullosa en su mano evocan el poder transformador de las llamas, símbolo de pasión y destrucción.

Ahora es el momento de profundizar en cómo el arte se ha inspirado aún más en la naturaleza, explorando los cuatro elementos: Tierra, Aire, Fuego y Agua, que han sido representados a lo largo de los siglos con profundos significados simbólicos y modalidades expresivas...

Leonardo da Vinci, Virgen de las rocas , 1483-86. Óleo sobre tabla transferido a lienzo. Museo del Louvre, París.

Otros ejemplos de la historia del arte

Tierra: Estabilidad, Naturaleza y Conexión con el Mundo

Tradicionalmente, la Tierra se ha asociado con la estabilidad y la conexión con el mundo físico. En el arte figurativo, se manifiesta a través de la representación de paisajes, campos cultivados, imponentes montañas o valles fértiles, que simbolizan el crecimiento y la continuidad. También evoca un sentido de arraigo y pertenencia, así como la relación entre los seres humanos y su entorno.

Muchos artistas han explorado este elemento, convirtiéndolo en ocasiones en el eje simbólico de sus narraciones. Leonardo da Vinci, en La Virgen de las Rocas (1483), incorpora un fondo rocoso para enfatizar la relación entre la naturaleza y la sacralidad de la escena. Antes de este maestro, Giotto ya había experimentado con la integración de paisajes en sus pinturas para realzar el realismo y la profundidad de las escenas sagradas.

En cuanto a Jacob van Ruisdael (siglo XVII), los paisajes del pintor holandés reflejan a menudo la grandiosidad de la naturaleza y la relación entre los seres humanos y su entorno. Un ejemplo significativo de esta visión es Paisaje de dunas cerca de Haarlem , un óleo sobre lienzo que se conserva en el Museo del Louvre de París. Por último, en la época contemporánea, artistas como Andy Goldsworthy son conocidos por utilizar la propia tierra como material para sus obras, creando instalaciones efímeras que se fusionan armoniosamente con el paisaje natural.

Giuseppe Arcimboldo, Aire , 1566. Colección privada.

Aire: movimiento, luz y espiritualidad

El aire representa la ligereza, el pensamiento y la dimensión espiritual. Invisible pero perceptible por sus efectos, este elemento se expresa en el arte a través de la representación del cielo, las nubes en movimiento, el viento que agita árboles y telas o la sensación de suspensión y dinamismo en las figuras retratadas.

Entre los numerosos ejemplos que encontramos a lo largo de la historia del arte, Giuseppe Arcimboldo, en su cuadro Aire , representó una cabeza compuesta enteramente por pájaros, creando una imagen que simboliza la ligereza y la esencia etérea de este elemento. JMW Turner, en obras como El castillo de Caernarvon (1799), exploró el aire en su dimensión atmosférica, haciendo del cielo y la luz los verdaderos protagonistas de la escena, transmitiendo una sensación de inmensidad y movimiento. Por último, Jean Béraud, en Un día ventoso en el Pont des Arts , capta magistralmente el efecto del viento a través del movimiento de la ropa y los accesorios de los transeúntes, haciendo tangible lo que normalmente es intangible y transformando el aire en una presencia viva dentro de la composición.

William Turner, El incendio de las Cámaras de los Lores y de los Comunes , 1835. Óleo sobre lienzo. Museo de Arte de Cleveland, Cleveland.

Fuego: Pasión, destrucción y renacimiento

El fuego, con su doble naturaleza de destrucción y creación, encarna la pasión, la transformación y la renovación. Sus llamas ardientes, a menudo pintadas con colores vivos e intensos, simbolizan la energía vital, pero también el caos y la destrucción. En el arte, este elemento puede interpretarse como una explosión emocional, como se ve en las escenas apocalípticas y las pinturas románticas de tormentas e incendios, o como una energía purificadora que marca un nuevo comienzo. El fuego también representa la fuerza interior, la voluntad y la lucha, expresadas a través de formas dinámicas y luminosas.

A lo largo de la historia del arte, el fuego se ha utilizado para simbolizar la destrucción y el renacimiento, así como la pasión y el fervor. William Turner, en The Burning of the Houses of Lords and Commons (1835), captura la fuerza devastadora del fuego a través de pinceladas vibrantes, transformando el elemento en una expresión de lo sublime. Yves Klein, en el arte contemporáneo, utiliza el fuego como medio creativo, quemando superficies y lienzos para generar obras que hablan de transformación y renovación. De manera similar, Bill Viola, en su videoinstalación Martyrs (Earth, Air, Fire, Water) (2014), explora la resiliencia humana frente a los elementos, representando figuras humanas abrumadas por las fuerzas naturales.

Pierre-Auguste Renoir, La Grenouillère , 1869. Óleo sobre lienzo. Museo Nacional, Estocolmo.

Agua: vida, emoción y profundidad

El agua, por último, es sinónimo de vida, emoción y transformación. Su fluidez la convierte en símbolo del cambio constante, la reflexión y el inconsciente. El arte ha representado el agua a menudo en diversas formas: desde mares turbulentos que expresan agitación interior y pasiones profundas, hasta ríos que simbolizan el paso del tiempo, pasando por masas de agua que evocan misterio e introspección.

Pierre-Auguste Renoir, en La Grenouillère (1869), representa el agua con pinceladas ligeras y vibrantes, transmitiendo con acierto tanto su movimiento como los reflejos luminosos de su superficie. Otro ejemplo significativo es El bautismo de Cristo de Piero della Francesca, una pintura del siglo XV que representa a Jesús siendo bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán. En este contexto, el agua desempeña un papel central, simbolizando la purificación y el renacimiento espiritual. Por último, La gran ola de Kanagawa de Katsushika Hokusai, una famosa xilografía japonesa del siglo XIX, es conocida por representar una ola gigantesca amenazando a los barcos, expresando todo el poder y dinamismo del agua.

Caligrafía al aire #6 (2016) Fotografía de Cody Choi.

Pintura de fuego de Laura Casini.

Cuatro ejemplos contemporáneos de ArtMajeur by YourArt

Aire y fuego

La combinación de aire y fuego en el arte resulta particularmente evocadora, ya que estos dos elementos no solo interactúan en la naturaleza, sino que también se potencian mutuamente. El aire alimenta el fuego, haciéndolo estallar y propagarse, mientras que el fuego transforma el aire, haciéndolo denso y lleno de energía. Esta relación dinámica se refleja en las dos obras de arte contemporáneas que se analizan aquí: Calligraphing en l'air #6 de Cody Choi y Fire de Laura Casini. Ambas exploran el movimiento, la transformación y la intensidad expresiva, pero lo hacen a través de dos lenguajes artísticos diferentes: la fotografía y la pintura matérica.

El trabajo fotográfico de Cody Choi captura un momento de pura suspensión, donde el cuerpo de la bailarina desafía la gravedad y parece disolverse en el espacio. El concepto de “escribir en el aire” se convierte en una metáfora de la danza en sí, un arte efímero que deja rastros invisibles, pero lleno de significado. Además, el fondo blanco realza la sensación de ligereza e ingravidez, mientras que el contraste con la figura oscura de la bailarina –su cabello despeinado por el movimiento y la tela flotante– evoca viento y libertad. El aire no es, por lo tanto, solo el medio en el que flota el cuerpo, sino también una fuerza visible a través de los movimientos de la tela y el cabello, casi como si fuera un sujeto activo en sí mismo.

De la evanescencia del aire pasamos a la presencia ardiente del fuego en la pintura de Laura Casini. Aquí, la energía se manifiesta de forma primordial, a través de un material denso, áspero y brillante. El rojo, el naranja y el amarillo se mezclan en una superficie vibrante, donde la pintura parece casi viva, burbujeando y transformándose ante los ojos del espectador. El uso de la textura, con capas de color gruesas e irregulares, recuerda al magma, al fuego vivo, a la combustión. La obra no es solo para mirar, sino casi para tocar: la tridimensionalidad del color y los efectos de luz cambiantes en la superficie crean una experiencia sensorial que va más allá de lo visual.

El emparejamiento de estas dos obras no es casual. Ambas hablan de energía, pero de maneras opuestas y complementarias. El aire en la fotografía de Cody Choi es sutil, intangible, elusivo; es el aliento de la danza, el viento que eleva el cuerpo, el vacío que permite el vuelo. El fuego en la pintura de Laura Casini, en cambio, es denso, ardiente, tangible; es una fuerza que quema, transforma y deja huellas indelebles.


Eau et fusain 7 (2023) Pintura de Ln Le Cheviller

Nous retournerons à la terre (2025) Pintura de Emily Starck

Agua y tierra

La combinación de agua y tierra en el arte no es sólo una referencia a la naturaleza, sino también una exploración de su relación primordial. El agua da forma a la tierra, la esculpe, la transforma, la vuelve fértil o la erosiona, mientras que la tierra recibe el agua, retiene su energía y guía su flujo. Esta interacción continua entre estabilidad y fluidez, entre materia y movimiento, se expresa en dos obras contemporáneas que capturan la esencia visual y conceptual de estos elementos: Eau et fusain 7 de Ln Le Cheviller y Nous retournerons à la terre de Emily Starck.

La obra de Le Cheviller se sitúa en un espacio intermedio entre la abstracción y la evocación del paisaje, utilizando el agua no sólo como tema sino también como técnica. Gotas, gradientes y trazos caligráficos parecen evocar la expansión de superficies líquidas, como si la propia pintura estuviera en movimiento. El carbón diluido se mezcla con el acrílico creando un efecto casi etéreo, una superposición de transparencias que recuerda el flujo del agua y su capacidad para dar forma al espacio. Los tonos dominantes de azul, negro y gris sugieren profundidad y movimiento, con pinceladas que recuerdan olas, corrientes y remolinos. Aquí, el agua no se representa de forma tradicional sino que se sugiere, dejando al espectador la tarea de percibir su ritmo y fluidez.

Mientras que el agua representa el movimiento y la impermanencia, la tierra simboliza el arraigo, la materia y la memoria. La obra de Emily Starck, titulada de forma evocativa Nous retournerons à la terre, se inscribe en la tradición del expresionismo abstracto, con una paleta densa y material dominada por tonos terrosos como el marrón, el amarillo y el rojo. La artista aborda un tema universal y atemporal: el vínculo entre la tierra y la muerte, el retorno a la materia primordial y el ciclo de la vida que se renueva a través de la descomposición y el renacimiento. Las pinceladas gestuales y en capas confieren a la obra una fuerza primordial, casi visceral, como si la pintura misma fuera un organismo vivo que respira y se transforma. La superficie del lienzo parece caótica y vibrante, con marcas que parecen surgir del fondo como raíces, sedimentaciones o rastros de una historia antigua. Aquí, la tierra no solo está representada, sino evocada en su esencia más profunda: un elemento que recibe, preserva y transforma.

Así, estas dos obras, a pesar de pertenecer a diferentes registros expresivos, establecen un poderoso diálogo entre lo efímero y lo perdurable, entre el fluir del agua y la solidez de la tierra.

Ver más artículos

ArtMajeur

Reciba nuestro boletín informativo para coleccionistas y amantes del arte