La Elegida (2007) Pintura por Juan Álvarez Cebrián

En esta obra con una atmósfera surrealista se presenta con una composición única que desafía los límites de la percepción. Dos espacios componen el cuadro. Primero en la zona superiro una corta franja donde dos cabezas de esculturas clásicas, una romana y otra griega, yacen en silencio, testigos mudos de un mundo en constante cambio.
Debajo, un rectángulo de proporciones mas amplias se extiende, eclipsando al superior con su presencia. En su fondo, una textura de grises crea un ambiente etéreo, mientras que líneas de circulación apenas perceptibles sugieren un camino incierto, un laberinto de posibilidades. En el centro de este laberinto, un hombre camina sin rumbo aparente, su figura apenas definida por el contraluz que lo envuelve. Es una silueta en la penumbra, una presencia efímera en un mundo de sombras y misterios. Pero lo más intrigante es la sombra que proyecta, que se alarga en una dirección específica, apuntando hacia una rosa solitaria entre cinco, dispuestas en una línea horizontal que cierra el cuadro por su parte inferior.
Esta sombra, en su danza silenciosa, elige una rosa, señalándola como la elegida. ¿Qué significado oculto se esconde detrás de este gesto? ¿Es la rosa un símbolo de destino, de elección inevitable, o simplemente una ilusión en el vasto lienzo de la existencia?
En "La Elegida", la realidad se desdibuja, los límites se desvanecen y el espectador se sumerge en un universo de enigmas y revelaciones, donde la luz y la sombra danzan en un eterno juego de significados ocultos.

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